Testimonio lucía y víctor


Apasionante: con una única palabra podríamos describir los días vividos en la peregrinación.

 

Para empezar, por nuestra entrada en Providentia junto a diez hermanos más. Hacerlo los dos juntos, nos hará poder crecer en la fe, en nuestro amor mutuo y a la Iglesia. La Providencia quiso que entráramos en nuestra asociación el día en que celebramos a Santa María Magdalena en el Convento de la Encarnación, cuna de la fe de Santa Teresa. El Señor nos pone dos claros ejemplos de mujeres apasionadas por Él a quién imitar.

 

De Ávila rumbo a Triacastela para empezar el Camino de Santiago, nuestro camino. El año pasado lo hicimos solos como recta final de nuestro noviazgo y este año, sin llegar  a los diez meses de casados y dando gracias a Dios por este tiempo de matrimonio, estábamos dispuestos para vivir esta experiencia pero con una nueva comunidadHa sido un camino difícil y duro pero que nos ha llevado a conocer a gente maravillosa. Personas que nos han tendido su mano, nos han abierto su corazón y nos han demostrado en pocos días lo hermoso que es ser hijo de la Iglesia. Poder contar con tantos hermanos en la fe, desde los más pequeños con sus sonrisas y con su vitalidad a los más mayores con tanto cariño y sabiduría.

 

Dar nuestro testimonio en la plaza de Portomarín sabiendo que somos muy pequeños pero que juntos y con la ayuda del Señor, ayudamos a construir la Iglesia.

 

El cuidado de los seminaristas, siempre atentos de todo y de todos y por supuesto los sacerdotes que cada día hacían posible celebrar la Eucaristía y la ocasión de acercarnos a la confesión, su cercanía en todo momento, su preocupación por nuestro estado físico y sobre todo espiritual.

 

Y todo este camino contando con las reliquias de San Juan de Ávila, maestro de santos del que tanto podemos aprender y que nos daba la fuerza para hablar del Amor de Jesús a todos los que nos encontrábamos.

 

Llegar a Santiago y entrar cantando todos juntos en la Plaza del Obradoiro. Llorábamos de felicidad porque alcanzamos la meta haciéndonos ver lo semejante que es la experiencia del Camino de Santiago con nuestra propia vida. Cuestas difíciles de subir y arriesgadas de bajar, piedras en las que tropezamos, lluvia, calor, pero paisajes maravillosos que admirar y sobre todo saber que no estamos los dos solossino que con nosotros camina la Iglesia y llegaremos a la meta, la santidad.

 

La Eucaristía en Santiago fue una bendición en la que dejamos a los pies del altar todo lo que llevábamos en el corazón para que, por intercesión del Apóstol, lleguen al Señor.

 

Y como culmen Fátima; descansar en los brazos de la Madre y agradecerla su cuidado y protección.

 

Nos unimos al salmista diciendo: ¿Cómo pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho?

 

Víctor Arroyo Morillo y Lucía Sánchez Gil

Providentia Alcalá