Amar y servir siempre a la Iglesia. Reformar y convertir dentro de la Iglesia. 

 

Este es el carisma propio de Providentia, una experiencia que también puede vivir  el sacerdote dentro de su concreta labor pastoral en las distintas diócesis y misiones en las que el ordinario le encomiende estar.

 

AMAR: es sentir a la Iglesia como parte suya. Sufrir con ella y alegrarse con ella. Dar tu vida y tus bienes por ella. Estar pendiente de sus carencias, problemas y realidades.  En todo momento ayudarla a crecer.

Por eso cuando se ama de verdad hay espíritu de servicio, no se ponen excusas, sino que todo es generosidad en el servicio, en el trabajo, en la dedicación a las tareas encomendadas.

 

SERVIR: es servirla como quiere ser servida. Generosidad y disponibilidad en todo momento. No buscar intereses particulares, sino el bien de la Iglesia. Nunca echar en cara y decir lo que se ha trabajado. Acordarse de rito de admisión a Providentia: siervo inútil soy.  Aceptar sin ninguna condición las tareas, responsabilidades y encomiendas por la Iglesia con espíritu conductor.

 

REFORMAR:  significa una forma revitalizada de la vida sacerdotal. En la pastoral, en la liturgia y en la espiritualidad. Poner ilusión, pasión y celo. Reformar también es permanecer dentro de la Iglesia a pesar de las distintas vicisitudes y males por los que acaece ella, lo mismo que María y Juan al pie de la cruz, pues solo permaneciendo se puede sanar, y solo sanando se puede recordar. 

 

¡¡ Permaneced fieles a la gracia recibida !!

 

CONVERTIR:  es buscar mi propia conversión. a través de la formación permanente, la oración intensa y la caridad inquieta, del que se sabe amado en su debilidad.