El círculo central representa a la Iglesia y su universalidad.

 

La cruz gloriosa en el centro, símbolo de los cristianos y signo de referencia para cada uno de nosotros. 

Sin cruz no hay salvación, ni resurrección.

 

La cruz es calada porque en cada orificio está tu lugar de consagración , de servicio, de entrega y de apostolado al cuerpo místico de Cristo, que es su Iglesia. 

 

Esa entrega total y absoluta sólo se puede experimentar y vivir desde la adhesión a la cruz redentora de Cristo.

 

Es deber de todo cristiano aceptar su propia cruz.

 

A ambos lados aparecen dos ángeles triunfantes, que simbolizan la misión de todos los miembros de Providentia, custodiar, anunciar, curar y servir a la santa madre Iglesia Católica.

 

El ángel del lado siniestro porta los atributos eucarísticos donde se alimenta la fe de toda la Iglesia y crecen las virtudes teologales, fe, esperanza y caridad que todos los discípulos de Jesús tenemos que vivir.

 

El ángel del lado diestro, porta una palma como símbolo  del triunfo y martirio. Nosotros estamos llamados a dar continuamente testimonio público de nuestra fe. Aunque esto conlleve sentirnos rechazados, perseguidos e incluso derramamiento de sangre. 

 

Si nosotros vivimos coherentemente las enseñanzas del Evangelio y del Magisterio, haremos que nuestra Iglesia crezca en gracia, credibilidad e hijos.

 

De trasfondo aparecen motivos vegetales, frutos y flores que representan la Divina Providentia que nos cuida y nos sostiene amorosamente. Por eso estamos llamados a la confianza y el abandono en las manos de providentes de nuestro Señor.

 

Sobresalen las llaves de San Pedro, símbolo del ministerio petrino. El amor a la Iglesia también se manifiesta en la veneración, respeto, cariño y obediencia al sucesor de Pedro, junto con todos los sucesores de los apóstoles. Providentia tiene que estar siempre en plena comunión con el papa y con toda la jerarquía católica, elevando oraciones incesantes por todos ellos, y poniendo siempre a su disposición nuestra persona.

 

Teniendo la Iglesia pastores santos, tiene el mundo signos de credibilidad en ella.

 

El color rojizo simboliza la pasión y el sentirnos cautivados por Jesucristo y por la Iglesia.

 

El color amarillo y blanco, en referencia a la bandera pontificia o de la Ciudad del  Vaticano, recordándonos que somos hijos fieles hijos de la Iglesia, y que después de alcanzar nuestra santificación, somos llamados de una manera especial a reformar la sociedad, pero únicamente con nuestro ejemplo y virtud.